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Trail Running España

Ultra Sierra Nevada 2019: La carrera

18/05/2020
Ultra Sierra Nevada - principal

Jorge Garzón nos envía su particular experiencia de como vivió durante 4 largos años una dura preparación para correr su deseada Ultra Sierra Nevada. Hemos dividido este artículo en dos partes, la de la preparación de la carrera (1/2) y la crónica de carrera de 2019 (2/2). Carrera que se disputó el 12 de julio de 20019 y contó con un total de 100 km y +6.000 m D+.

Salida – Cerro del sol (12km +670m)

Los primeros 5 Km de la Ultra Sierra Nevada, aun siendo urbanos, tenía un desnivel considerable. Los corredores nos animábamos unos a otros y pudimos disfrutar del recorrido por los bosques de la Alhambra y el Albaicín. Continuas subidas y bajadas que pasaban desapercibidas por el buen ambiente y la cantidad de personas que animaban constantemente. Llegamos hasta el Mirador de San Nicolás con sus impresionantes vistas y tras un continuo callejeo rompe piernas alcanzamos el Cerro del Sol.

Cuando llevaba algo más de una hora se me empezaron a cargar los cuádriceps hasta el punto de que tuve que parar un momento por miedo a romperme. Ahí pensé que si ya estaba así era imposible llegar. Era raro porque nunca había tenido esa sensación, yo creo que fue la tensión que llevaba.

«Recuerdo que en el último tramo de subida al Cerro del Sol iba como mareado, flotando como si estuviese soñando en ese momento y no fuese verdad lo que estaba sucediendo. Una sensación curiosa«

Cerro del Sol – Beas de Granada (12 Km +640m)

A partir de aquí el recorrido fue bastante más técnico. El tobillo izquierdo no me dolía pero el derecho ya empezaba a protestar cuando apoyaba mal, cada vez con más frecuencia. Aunque era ya bastante tarde todavía había gente animando y la verdad es que se agradecía. El cielo estaba cada vez más cubierto y amenazaba tormenta.

Un tramo un poco laberíntico por un recorrido que desconocía totalmente, no sabría volver. Con bajadas mojadas y peligrosas hasta llegar al río Darro. Había que cruzarlo en dos ocasiones y, aunque avisaron de que tuviésemos cuidado de no mojarnos, no pude evitar meter un pie entero. Quedaba mucho y se me sumaban los problemas. Para colmo empezó a llover y la amenaza de tormenta con fuerte aparato eléctrico se mantenía sobre nuestras cabezas. Correr empapado no era lo ideal pero afortunadamente todo quedó en una constante y suave lluvia. El camino era muy irregular con constantes desniveles y, aunque se me hizo duro, me gustó mucho. No lo conocía y tengo pendiente volver de excursión.

Durante bastante rato fui completamente sólo y era impresionante verte en mitad de la nada, escuchando todo tipo de sonidos con el resplandor de la tormenta. Después de algo más de cuatro horas y media llegué al avituallamiento 2, cansado pero con las ilusiones intactas. Me sorprendió que bastantes corredores abandonasen la carrera en este punto. En concreto dos que venían juntos y me estuvieron contando que habían hecho varias veces la de Sierras del bandolero y la 101 de Ronda.

«Cierto es que, si física o mentalmente no te encuentras bien, con todo lo que queda, es mejor dejarlo para otra ocasión«

En el pueblo estaba todavía la verbena y animaba el ambiente. Aproveché para alimentarme bien.

Beas de Granada – Cortijo Aguas Blancas (10 Km +550m)

En este punto estaba programada para las 5:00h la salida de la modalidad Trail (63Km), así que salí antes de que dieran la señal para evitar un embudo de corredores. Me alegré enormemente de no estar en esa salida porque prefería llevar en el cuerpo lo que llevaba antes que pegarme ese madrugón.

Al salir del pueblo la cosa se complicó bastante, mucho campo a través y una subida por un cortafuegos que daba miedo. Impresionante el desnivel, no podía mirar atrás porque me daba vértigo. Fue bestial y aquí, sobre todo, fue donde más me alegré de llevar esas zapatillas. Tiré de bastones sin parar para salir lo antes posible de allí, antes de que me arrastrara algún corredor. El cortafuegos que hay en la Boca de la Pescá es un llano comparado con éste.

Después de esta ascensión, el camino seguía siendo duro, con mucha piedra suelta y mucha vegetación cortante. Ya estaba anunciado como el tramo más técnico de la Ultra.

«Yo apenas me había estudiado el recorrido, ni llevaba GPS, porque siempre se me ha hecho menos pesado cuando no sé por donde voy, ni lo que me espera«

Tras poco más de las 6:30 h conseguí llegar al avituallamiento para lamerme las heridas. Cuando llegué me relajé y me entró un sueño que me costó volver a retomar el camino.

Cortijo Aguas Blancas – Quéntar (13 Km +520m)

El camino empezaba por pista y carretera sin ninguna dificultad. Se me hizo eterno, el dolor del tobillo era ya inaguantable, el físico me estaba empezando a fallar y perdí un poco la esperanza de lograrlo. Mi objetivo realista era conseguir llegar a Quéntar para así haber cubierto más distancia que los 40Km del Maratón y porque allí era fácil que María me recogiese antes de subir a Pradollano. Esto me animó algo y continué a un ritmo lento para conservar mi tobillo. En los tramos más llanos era cuando más me dolía.

Desde que divisé Quéntar hasta que llegué creo que fue mi peor momento de la carrera. Mi cabeza iba y venía y no sé la cantidad de cosas en las que pensé para intentar salvar el sueño y el dolor. Al final llegué tras nueve horas y media de carrera pero en mal estado físico y anímico. Comí y bebí todo lo que pude hasta que me tocó afrontar la decisión de llamar y abandonar o seguir intentándolo.

Fueron muchas dudas porque, como he dicho antes, en este punto tenía un fácil retorno y ella podía recogerme para subirnos en coche juntos y seguir disfrutando del fin de semana. Mi objetivo alcanzable estaba conseguido. Si seguía me metía en plena Sierra “sin retorno” y, en caso de abandono, tendría que esperar al autobús de Güejar Sierra con lo que, además del fracaso, habría perdido el día por completo, ya que no les iba a hacer venir hasta allí.

Si decidía seguir tenía que llegar como fuese al Dornajo (Km 75) y eso era una bestialidad para mí en ese momento. Como me enfrié mientras comía y pensaba, al poner el pie en el suelo, el dolor era ya insoportable así que fui realista y decidí no seguir porque veía imposible hacer lo que me quedaba en ese estado. Temí lesionarme gravemente y no poder volver a jugar al tenis en mucho tiempo.

«Entretanto, ví que un corredor que había entrado anteriormente en un estado deplorable y se había desplomado (dí por hecho que se lo tendrían que llevar en posición horizontal), se puso las zapatillas, se colgó la mochila y retomó el camino. Impresionante«

Ahí fue donde cambié de opinión, si ese puede yo también. Así que en cuestión de un minuto me volví a motivar, pensé en los niños esperándome en la meta y salí con unas ganas de conseguirlo que fueron las que llevaron hasta arriba. Aún hoy pienso muchas veces en ese momento, fue crucial para mí y estoy seguro de que su recuerdo me ayudará a afrontar otras situaciones límite.

Quéntar – Fuenta de la Teja (10 Km +730m)

En Quéntar salía la prueba Maratón y me trajo los recuerdos de mi emocionante salida, hacía ya dos años. Tras un tramo más o menos llano afrontamos la dura subida a “Los Jarales”. Subida muy larga y exigente. Yo seguía con el subidón de estar haciendo algo extra para mis posibilidades y con el aliciente de empezar a contar hacia atrás los kilómetros que me faltaban. Descubrí que poniendo la punta del pie hacia dentro el dolor del tobillo bajaba sensiblemente. Supuse que me acabaría fastidiando la rodilla, pero no quedaba otra. Decidí intentar no fijarme en el dolor y bajar el ritmo sin descuidar los tiempos de corte porque a estas alturas de carrera ya sí me empezaron a preocupar. Hasta entonces tenía margen pero sabía que me quedaba lo más duro.

«¡Estábamos a escasos 1000 metros de altitud y tenía que coger y perder altitud varias veces hasta alcanzar los 3398 m!. Se dice rápido«

Perfil Ultra Sierra Nevada 20019
Perfil Ultra Sierra Nevada 20019

Fuente de la Teja -Güejar Sierra (12 Km +570m)

Desde el avituallamiento afrontamos el subidón de “El Calar Alto”, ya en torno a los 2.000 m aunque los dejaríamos otra vez para bajar a Güejar. Tramo técnico y exigente. Era ya mucho tiempo en carrera y muchos kilómetros en las piernas. En el tramo final tuve que incrementar mucho el ritmo porque veía que no llegaba al tiempo de corte establecido a las 4 de la tarde. Eran las 3 y quedaba bastante. En mi particular y largo sprint me crucé con otros corredores que me decían que era imposible llegar y que ellos ya la daban por terminada.

Me entró una desesperación porque no quería terminar de esa forma ya que veía que todavía me quedaban fuerzas para seguir. Cuando llegué al supuesto punto de avituallamiento (en el que estuve hace dos años) vi que ya estaba todo desmontado y apenas había gente. Sin extrañarme de que esa gente hubiese desaparecido tan pronto me dieron ganas de llorar. Al instante, cuando ya estaba hundido, vi salir del pabellón a alguien de la organización aplaudiéndome.

«¡El punto de control era dentro del pabellón! ¡Qué alegría me dio!, ni hambre, ni dolor, ni cansancio, todo era maravilloso«

Crucé el control con muy poco margen para los siguientes controles, así que busqué rápidamente mi segunda mochila, cogí más orejones y dátiles, nuevas muñequeras y me cambié de calcetines, ya que todavía estaba mojado. Los pies, afortunadamente, estaban intactos.

Mientras, una chica de la organización (en general fue fantástica) me iba preguntando qué quería comer para ir preparándomelo rápidamente. La tasa de abandonos en este punto de control es muy alta, en todas las modalidades de carrera. Había numerosos corredores tumbados en camillas recuperándose, curándose heridas o esperando al autobús para irse. Mientras me “recomponía” escuchaba conversaciones de unos y de otros comentando lo duro que había sido, de sus particulares males y de la imposibilidad de llegar porque no había tiempo y quedaba lo más duro. Todos tenían pinta de experimentados runners y, escuchándolos, daba
miedo retomar el camino. Afortunadamente ya iba decidido y me ahorré otra agotadora lucha psicológica interna.

Comí macarrones y fruta y, sin perder tiempo, cogí mucho líquido y me puse de nuevo la mochila pensando en la siguiente batalla que me esperaba, el temible Barranco de las Víboras. Si superaba esta infernal subida podría alcanzar mi último objetivo propuesto: El Dornajo. Allí era
muy fácil que me recogiesen con el coche ya que está a quince minutos de Pradollano. El calor era ya insoportable y sabía que en esta zona iba a caer mucha gente, como así fue.

Para hacer una idea de mi situación hay que pensar que llevaba 16 horas de carrera, que me encontraba a 1000 m de altitud y que me quedaban más de 30 Km para alcanzar el Veleta y bajar a Pradollano. Eso no hay cabeza que lo supere si no es poniéndote sucesivos objetivos alcanzables.

Güejar Sierra – Dornajo (6 km +550 m)

«Como era de esperar, a causa del calor y de los corredores que no están acostumbrados a la altitud, hubo muchos mareos y abandonos, de todas las modalidades«

La verdad es que este tramo a mí me gustó y lo llevé bastante bien. Me gusta el calor y me desenvuelvo bien en las subidas duras con bastones. No obstante, el fantasma del tiempo de corte seguía acechándome y llegué con sólo 15 minutos de margen, por los pelos. La cumbre del Veleta estaba más alta y lejana que nunca, aparentemente infranqueable, pero aquí fue donde realmente supe que iba a entrar por la meta aunque fuese reptando. Ya no podía abandonar porque nunca me lo habría perdonado. En el avituallamiento también hubo bastantes corredores desfallecidos atendidos por los médicos, algunos no tuvieron más opción que la retirada.

Dornajo – Jardín Botánico (6 Km +550m)

Este tramo discurría por una pista amplia suave e incluso descendente. Aunque se agradecía, y mucho, tras haber superado la ascensión de las Víboras, te dabas cuenta que estabas perdiendo altura mientras el Veleta seguía en el mismo sitio. De todas formas, ir por pista fue mucho mejor que ir por el asfalto como tuve que hacer en el Maratón, aquellos kilómetros fueron mi peor pesadilla.

Como iba fatal de tiempo empecé a correr para recuperar tiempo. Con mi técnica de meter el pie hacia dentro sobrellevé el dolor y aguanté bien hasta la subida al avituallamiento. En esta subida nos perdimos en varias ocasiones porque había mucha vegetación y los puntos de señalización estaban muy separados. Gracias a estas pérdidas, unos cuantos corredores, de los últimos que quedábamos, nos agrupamos y nos ayudamos durante el resto del camino. Hasta entonces fui prácticamente solo y la verdad es que se agradece tener compañeros de viaje con los que compartir penas y alegría.

Recuerdo unos franceses, un gallego, unos catalanes…Llegué bien al punto de control pero no recuperé nada de tiempo, llegamos todos al límite. Como en todos los avituallamientos recargué a tope el camelbak y comí toda la fruta que pude.

«Es curioso, pero en casi todos los avituallamientos comía también pan con Nocilla, cuando normalmente ni la tomo ni me gusta«

Jardín botánico – Pradollano (4,7 km +280m)

Eran aproximadamente las 19:30 horas y a partir de aquí comenzaba otra carrera, empezaba de verdad la Alta Montaña. Por un lado sabía que me quedaban pocos kilómetros, y no podía ya abandonar, pero por otro lado veía delante de mí todo lo que me quedaba. El desnivel era brutal. Me parecía imposible subir desde allí al Veleta y volver a Pradollano en 5 horas con el físico que me quedaba.

La carrera tenía un límite de 25 horas por lo que a la 1:00 h cerraban el control y meta. Normalmente este tramo para mí podía ser la excursión de un domingo que te deja con agujetas para el resto de la semana. Me propuse como objetivo alcanzable llegar a Pradollano, celebrar que había llegado hasta allí y pensar si tenía alguna opción. El trayecto era en constante subida, una senda muy poco frecuentada y difícil de intuir, con un pequeño tramo de enlace campo a través. Tras cruzar la carretera entramos en el circuito de Fuente Alta hasta la urbanización.

De pronto, delante de la entrada al parking de Pradollano, vi que estaban esperándome María y los niños. Qué alegría, no cabía en mí. El haber llegado hasta allí era mucho más de lo que podía imaginar en mis mejores sueños y sé que solo pude lograrlo porque ellos estaban allí apoyándome. Me acompañaron hasta el avituallamiento situado en las cocheras, junto a la zona de Mirlo Blanco, y mientras charlaba me decidí (si no estaba decidido ya) que iba a terminar como fuese. De nuevo comí lo que me apetecía (fruta y pan con nocilla, que por cierto estaba como una piedra) y comenté con mi nuevo grupo de amigos lo que nos quedaba.

Recuerdo que llegó una pareja muy preocupada porque no tenía pilas para el frontal y era imprescindible para, de noche, subir y bajar del Veleta. Me sorprendió verla a ella porque la había dejado en el control del Dornajo siendo atendida por los médicos por fuertes mareos. Entre otro compañero y yo juntamos las pilas que necesitaban y tiraron para arriba sin abrigo porque tampoco llevaban. Supongo que no pensaron que se les iba a hacer tan tarde, lo cual confirma que hay que seguir todas las recomendaciones de la organización porque si no puedes pasarlo muy mal.

Pradollano – Veleta (4,4 Km +880m)

Alta montaña donde la altitud, el viento y el frío se empezaba a notar. Eché de menos el calor que había pasado en el Barranco de las Víboras. Aquí más que nunca sabía que tenía que estar bien hidratado para no desfallecer.

«El supremo esfuerzo sumado a los grandes cambios de temperatura y altitud que le das al cuerpo en cuestión de horas, no debe ser muy recomendable«

En esta edición, por si era poco, nos hicieron afrontar el kilómetro vertical. Prácticamente era subir 1.000 m+ en poco más de 4 kilómetros sin descanso alguno hasta los 3.000 metros de altitud. Una animalada que me iba a quitar lo poco que me quedaba. El primer tercio de carrera lo hice tirando de físico, el segundo tirando de cabeza, pero este tramo final no sé de qué tiré, me dejé llevar. Estaba también psicológicamente agotado.

«Tantas horas pensando, sintiendo y motivándome es agotador. Hay que estar también preparado. Es como llevar una vocecilla a tu lado en cada paso, y durante todo el día, diciéndote lo que tienes que hacer (a algunos le sonará familiar…). Jesús Olmo dice que el tenis es 80% cabeza y el otro 20% inteligencia. Tal como yo afronté esta carrera, la distribución es muy similar«

Al final hice la subida bastante bien ya que, al igual que me pasó en el Barranco de las Víboras, cuando se trata de tirar de bastones, disfruto este tipo de ejercicio. Aunque salimos en pequeños grupos, poco a poco nos fuimos alineando durante el ascenso, cada uno a su ritmo. Tuve que pararme a abrigarme con todo lo que llevaba porque el viento era bastante fuerte y la sensación térmica muy baja. Ya todos con nuestros frontales y luces rojas traseras íbamos ganando metros poco a poco. Conforme subíamos arreciaba el viento con rachas muy fuertes.

Prácticamente no podía oír nada y sólo miraba hacia arriba viendo lo lejos que quedaba la luz donde debía encontrarse el avituallamiento y último punto de control. A pesar del frío no paré de beber porque sabía que era muy importante estar hidratado para que aguantase lo que me quedaba de musculatura. En otras ediciones, no sé si en ésta, los médicos que hay en este avituallamiento han obligado a retirarse a corredores que han llegado en muy mal estado, ya con riesgo serio. Mucha altitud, muchas horas y mucho desgaste que a algunos les ha hecho tener que retirarse a falta de 7 Km de descenso. Anímicamente debe ser durísimo.

Con un viento insoportable afronté la última rampa deseando llegar al interior del avituallamiento, situado en la zona de Posiciones, para resguardarme del frío. Probablemente en grados centígrados no sería tanto pero el cuerpo no estaba acostumbrado. Llegué a las 22:45h (el tiempo de corte era las 23:00h) y cuando entré volví a recuperar la audición. Agradecí enormemente el vaso de caldo caliente que me dieron. Dos vasos me tomé, pero no pude tomar nada sólido porque ya mi estómago no admitía otra cosa. Me puse bien los calcetines, me apreté fuerte las zapatillas y, cuando ya no encontré más excusas para seguir allí refugiado del viento y del frío, comencé mi largo descenso.

Veleta – Pradollano (7,4 km -826m)

Empecé bastante rápido porque quería entrar en calor, había zonas de pista en las que se podía correr y zonas técnicas de senda por las que había que tener mucho cuidado por la ausencia de luz. Al poco rato mi tobillo derecho volvió a recordarme que venía conmigo. Durante el ascenso apenas me dolió pero cada apoyo en la bajada me resultaba un suplicio hasta el punto de tener que parar. Probé mi técnica del pie hacia dentro pero en bajada no podía hacerlo, de hecho me lo torcí varias veces durante el trayecto. Al fondo veía las luces de Pradollano y sabía que ya estaba hecho pero el dolor era tan grande que empecé a dudar si podía llegar a tiempo. Para colmo los cuádriceps se me empezaron a agarrotar de tanto retener para amortiguar el dolor.

Llegué hasta Borreguiles y me tomé un descanso para recuperar algo y para hacer la llamada para avisar de que me quedaba poco. Está claro que no razoné muy bien porque le dije a María que en unos 20-30 minutos estaría abajo. Al retomar el camino, me perdí porque pensaba que el descenso era por la pista del río sin saber que me quedaba bastante más. Tuve que ascender de nuevo hasta encontrar la señalización que marcaba el camino correcto. No conocía el itinerario y, aunque el descenso por este camino era menos brusco, me di cuenta de que me quedaba bastante.

Se me hicieron eternos los últimos kilómetros porque no acababan nunca, porque me perdí varias veces y porque suponía que debían estar preocupados por el retraso. La verdad es que este tramo de carrera, a pesar de tener el aliciente de la meta delante, no lo disfruté mucho. Entre campo a través y camino, seguí las indicaciones con la única orientación de las luces de la plaza. No llegaba a encontrar en qué momento se giraba hacia la derecha para llegar por la Loma Dílar. Por fin, cuando ya vi que estaba encima de la urbanización.

«Me senté en una roca y pude disfrutar mis últimos minutos. Estaba solo, ya que me acaban de adelantar dos corredores, y el marco era incomparable. Un cielo impresionante, el viento calmado, Granada al fondo y mi meta a un paso. Sí, lo había hecho«

La deseada META de la Ultra Sierra Nevada

Me deje caer, ya sin frío, sin cansancio, sin dolor y sin sueño hasta que escuché al fondo, en la entrada al pie de la rampa de acceso a meta, unas voces familiares que preguntaba ¿papá?. Qué emoción. También escuchaba otras voces desconocidas que decían, ¿Jorge?. Cuando llegué a la iluminación allí estaban, María, Jorge y Pedro, esperándome junto a unos médicos de la carrera que les hicieron compañía en la espera. Los abracé con una alegría que no se puede describir y ya sólo me quedaban los metros finales para entrar en meta de la mano de Jorge y Pedro.

Sin fuerzas para quedarnos mucho más en la zona de llegada nos fuimos al apartamento para que pudiera disfrutar de la pizza y de las dos cervezas que me habían preparado. Tras una larga y dolorida noche, me desperté al día siguiente pensando que todo había sido un sueño.

Bueno, con este pequeño relato quiero recordar mi particular historia antes de que se me olvide y quiero agradecer a María, a Jorge y a Pedro el apoyo y las fuerzas que me dieron para conseguirlo.

Estos días de encierro que estamos viviendo sólo me hacen pensar en la cantidad de pequeñas cosas que tenemos al alcance y no sabemos valorar como, por ejemplo, pasear con la familia por la montaña.

«Un momento que, como supuse cuatro años antes, es imposible describir. Es algo que hay que vivir«

¡¡NO SEREMOS LOS MEJORES, PERO ENTRE TODOS SOMOS LOS MÁS MOLONES!!

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